Se acerca la Navidad, las calles se llenan de luces y todo invita a la fiesta, al encuentro y a los regalos. Es un tiempo en el que recordamos la esperanza que nos impulsa, como entidades de Iglesia, a comprometernos con los más vulnerables. Sin embargo, a las puertas de este tiempo de luz, muchas familias en nuestro país aún sufren las consecuencias de la DANA. Han perdido seres queridos y enfrentan daños materiales significativos. Sus calles se llenaron de barro y sus vidas de desesperanza. En estas fechas, estas familias siguen necesitando solidaridad para vivir sus duelos, cubrir necesidades básicas, reconstruir sus proyectos vitales y recuperar la normalidad.
Es en estas fechas, precisamente, cuando los niños y las niñas cobran protagonismo, ya que la magia de la Navidad se refleja en su ilusión. Ellos nos recuerdan que Dios habita en nuestro mundo, y que es fundamental alejarnos de los excesos comerciales para centrarnos en lo realmente importante: cada ser humano con el que compartimos el día a día. Sin embargo, hemos visto cómo, en la emergencia reciente de la DANA, la infancia ha quedado en un segundo plano. Muchas escuelas no han reabierto aún, algunas se convirtieron en centros logísticos los primeros días de la emergencia, mientras los derechos de los niños eran vulnerados. En un enfoque adultocéntrico, se priorizó la recuperación económica y material, dejando de lado la atención educativa y emocional de los menores.
Los medios destacaron el trabajo voluntario en la limpieza de las calles, pero poco se habló de los niños y niñas que quedaron solos en sus casas, con miedo de salir. En un país donde la educación es un derecho constitucional, muchos menores no pueden ejercerlo aún. Además, estos niños han enfrentado dos confinamientos en cuatro años: uno por la COVID-19 y otro por la DANA. Esto afectará gravemente su salud emocional, presente y futura. Mientras, se debate sobre la recuperación económica, el bienestar de la infancia y su derecho a jugar, aprender y sentirse seguros ha sido silenciado.
La Navidad es un momento para recordar que los niños necesitan más que juguetes: necesitan espacios para jugar, tiempo con los adultos y, sobre todo, sentirse valorados. En tiempos de emergencia, los niños y niñas, junto con nuestros mayores, deben ser el centro de atención. Ambos grupos requieren recursos, espacios seguros, atención emocional y, sobre todo, el reconocimiento pleno de sus derechos.
Por ello, desde las organizaciones de Iglesia que conformamos este grupo, demandamos que la infancia y adolescencia sean protagonistas de las respuestas ante emergencias. Su interés superior debe guiar cada acción, garantizando sus derechos y su desarrollo en entornos seguros. La Navidad nos invita a encarnar valores como la solidaridad, la esperanza y el compromiso, recordándonos que lo esencial no son los bienes materiales, sino las relaciones humanas, la justicia y el cuidado mutuo. El interés superior del menor de edad, comienza reconociéndoles y garantizándoles sus derechos en tiempos de crisis especialmente y, no sólo, de forma que les permita desarrollarse y crecer en espacios y entornos seguros.
¿Quiénes forman el Grupo Intereclesial de Infancia?
- Cáritas España
- La Coordinadora de Obras Socioeducativas La Salle
- Conferencia Española De Religiosos (Confer)
- La Conferencia Episcopal para la Pastoral Social y Promoción humana
- La Coordinadora Estatal de Plataformas Sociales Salesianas
- Red Mimbre, Servicio Jesuita para la infancia y la Juventud