Continuando con el objetivo de promocionar y sensibilizar sobre buen trato y entornos seguros, el pasado 27 y 28 de abril se celebró la formación del segundo módulo sobre la LOPIVI.
Esta formación está dirigida tanto a los equipos multidisciplinares que están implementando el programa de innovación PIPII, como a otros profesionales de programas socioeducativos de las entidades miembro.
En esta ocasión, Carmela Haro Lozano, colaboradora de La Cátedra de los Derechos del Niño de Universidad Pontificia de Comillas, especializada en participación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, compartió con las personas participantes pautas para el diseño de actividades sobre el buen trato, y las obligaciones que se desprenden de la LOPIVI para las entidades del tercer sector. La formación hizo hincapié en la importancia de involucrar a los destinatarios directos y de dotarlos de herramientas cognitivas para la autoprotección y el conocimiento de sus derechos.
A continuación, compartimos también reflexiones y claves que Carmela Haro destaca en torno a la LOPIVI y su implementación.
La LOPIVI como enfoque prioritario de los derechos de la infancia
Con la aprobación del Ley Integral de Protección a la Infancia y la Adolescencia frente a la violencia aprobada en junio 2021, se ha dado un paso significativo enmarcándola dentro del Enfoque de derechos de la Infancia.
Para Carmela, los tres puntos clave son:
- El carácter sistémico, que se desarrolla en su planteamiento y articulado, dotando a los diferentes actores de la comunidad de un rol competencial ante cualquier tipo de violencia ejercida sobre la infancia y adolescencia.
- El carácter preventivo, que aparece reflejado en la Ley, puesto que reconoce y atribuye un papel fundamental a esta fase que es previa a la protección. Se reconoce y pide su desarrollo en las comunidades, puesto que antes de llegar a la protección hay que prevenir.
- Identificación de diferentes tipos de violencia, con lo que se pone en evidencia que existen muchos tipos, y varios niveles de las mismas, y por tanto, que se debe articular sistemas diferenciados para atajarlas.
Estas tres ideas y otras más, lo que provoca es garantizar los entornos seguros y de protección.
Niños, niñas y adolescentes (NNA) con voz y opinión
Para Carmela, también es imprescindible tenerlos presentes como un agente más, al mismo nivel y con la misma importancia que el resto de factores. Parece obvio, pero en la práctica no lo es, puesto que a las personas adultas nos cuesta dejar el espacio para que los NNA den su opinión sin dar nuestra opinión.
La planificación, el rol facilitador no interventor, y las opiniones de los NNA cuentan, y por tanto se desarrollan, al igual que cualquiera de las “nuestras”, a través de evaluación y medición de impacto.
Próximo horizonte: desarrollo de acciones preventivas
«Son muchos los obstáculos con los que me encuentro a la hora de trabajar en entornos seguros y buen trato, pero si tuviera que comenzar por alguno, sin duda escogería el desarrollo de acciones preventivas.» afirma Carmela.
Sobre este tema no existe una estrategia en ningún nivel, ni ámbito, sólo acciones puntuales y esporádicas que siempre sensibilizan, pero no llegan a profundizar en los diferentes aspectos que conlleva la prevención y es donde se ejerce la violencia.
Es importante generar espacios de información y formación en la que se desarrollaran habilidades y capacidades para reconocer los diferentes tipos violencia. Este tipo de formaciones vivenciales y lúdicas, capacitan y generan la competencia para actuar.
A la vez y relacionado con este obstáculo, deben desarrollarse los contenidos formativos para los y las distintas profesionales en la misma línea que he comentado anteriormente. Y generando con ellos y ellas los protocolos y procedimientos a seguir teniendo en cuenta su experiencia. Haciendo que fueran espacios de trabajo y formación en el que existieran momentos en los que se encontraran los distintos profesionales para generar esa cultural de coordinación.
Grandes retos y oportunidades con la implementación de la LOPIVI
El primero; desarrollar acciones preventivas enfocadas a que los niños, niñas y adolescentes, en un primer plano, y las familias, conozcan e identifiquen los diferentes tipos de violencia, cómo actuar ante el reconocimiento de las misma, independientemente del nivel que sea (leve, moderado o grave) y cómo comunicar este tipo de situaciones.
Queda mucho por trabajar, principalmente en el desarrollo normativo de la Ley y el contenido formativo que contempla la misma, sobre todo en ámbitos que anteriormente no se tenían en cuenta; el educativo, el Familiar, el de Actividades de Ocio y Tiempo Libre y Deportivo, etc.
También es importante diseñar y conformar de forma institucional, las figuras del Coordinador/a de Bienestar y Protección y el Delegado de Protección, como agentes innovadores de este proceso. En ciertos ámbitos, como el Educativo y de Ocio y T.L/deportivo, se les asignan una serie de funciones muy generales y que en cada Comunidad se desarrollaran de una manera sin asignar presupuesto para su desarrollo, ni definición de la titulación.
Y por último y no menos importante, es urgente aclarar y desarrollar de forma concreta dicha Ley. Existe muchos vacíos en indicaciones mínimas y unánimes para desarrollar protocolos de actuación, y procedimientos a seguir a la hora de detectar y comunicar. Principalmente en ámbitos que anteriormente no se tenían consideración.